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MI MANO NIÑA

Ahora habría podido llamarme
Oh el haber estado bebiendo
de la misma sangre en el mismo vientre
Llegaba del colegio
y subido a mis libros
tirando de la borda de mimbre
le veía los huesecillos
de pájaro al trasluz
Entre mantillas
azulada la piel
parecía
un zafiro
Una princesita añil
¿Cómo iba a saber yo que lo vivo
también deja de moverse?
Aquel frio calambre
que me dio su cuerpo
se me entrañó en la mano:
La única que recuerda
Pero no no no hay dolor
¿La olvidé quizás por mirar
desde la angustia el trajín
de la vida que todo lo aleja
que todo lo agua?
Si no la pienso se me morirá
Hoy habría podido llamarme
¿Por qué no dicharachera?:
Poetilla hermano si quieres
un halago mío en tu cuaderno
ve sacando la cartera
o culta: Oh qué poemas Rubén
he leído tan inquietantes de Silvia Plath…
Ahora nos habría atrapado
toda la miel del ámbar del tiempo
En un estanque seriamos dos hojas
En una maroma dos rizadas hebras
Oh pero no no no hay dolor
Ahora que crece en la palma de mi mano
un día se me pondrá de pie
¿Eres tú? Asomándose sonriendo
por sobre la orilla de mi sueño
©Rubén Lapuente
De cómo iba tranquila la muerte

E iba tranquila la muerte con su serón
de esparto al hombro; minuciosa
rasguñaba sutil la sombra de los cuerpos
al correr el sudario,
retornándolos a la oscura antesala
del antes del nacer, a las puertas
de aquel dulce vientre de terciopelo;
y no se le tenía temor
porque más allá del miedo no había nada;
dichosos de haber sido elegidos por el azar,
de poder haberle robado a la eternidad
ese transigido pequeño tesoro de la existencia:
se avenían a ser una mirada en el tiempo;
y ni existía la pesadumbre
porque en lo que se subía un peldaño del día
y al tiempo que otro puñado de corazones
surcaba el fugitivo dédalo,
el ayer se borraba tan fácil
como si desempañaran el vidrio;
y nunca, nunca, nadie antes de morir
se sentía muerto:
seguían ocupados mientras se apagaban,
mientras esperaban que llegara tranquila
la muerte con su serón de esparto…
©Rubén Lapuente
BAILE DE SOMBRAS

Ha sido una canción
Su chispazo en mi sangre
me ha soltado los pies
me los ha calzado
de un suave vuelo
de hoja muerta
Siempre hay un recodo
que no le enseñas
que no le entregas
Y el baile
te arranca
de tu plácido refugio
Y te obliga
Te detalla
Te desenmascara
Y la he cogido
tan dulce de la cintura
La pequeñez del espacio
nos hace girar
en el remolino
de dos miradas
de dos sonrisas
Imposible escaparse
del acecho
sin tregua
de una boca
de unos ojos
De pronto ahí
en la pared
en nuestras sombras
(¿el envés de la apariencia?)
cómo se siente el peso
de esta larga andadura juntos
El cansancio también
del viejo latido
del eterno amor
Si se diera cuenta ahora ella
podría hasta sumergirse
en este rio mío
oculto
reflejado en el espejo
tan claro del suyo
(Oh cómo se entrega esta mujer)
por el que me cuelo
hasta donde
ya no puede haber
nada más
Alargo la melodía
en mi garganta
en la última vuelta
que demoro con ella…
Y al pararnos
me fijo
cómo dos sombras
en la pared
(¿por qué aún extrañas?)
se amalgaman
©Rubén Lapuente
Foto mi sombra y la de mi mujer
BELLO DOLOR

Lo estoy viendo nacer
Oh venero del dolor
Casida del llanto
Y me mira
Y se me acerca despacio
toda hecha bruma
¡Oh! ¡Qué marea!
¡Qué alud!
¡Qué llaga tan clara!
¡Oh! ¡Qué temblor
de sus ojeras de mar
herida!
Qué importa
si de amor muerto
gime
¡Oh pulgares míos
descorriendo
sus lágrimas!
¡Si me ha elegido a mí
para arrancárselas!
Oh rota mujer
sin palabras
que no me conoce
En la almohada
de mi pecho
hundida
¡Qué bello dolor
me clava!
©Rubén Lapuente
a A.M.
CABALLITO DEL DIABLO

Para perderle el miedo grita su nombre
Ahora tiene que adentrarse como en un túnel
Ya sabes el ruido de sombras que chocan
La estridencia de unas voces
El espanto de algo extraño que espera al fondo sin luz
Él se aferra a las pequeñas victorias:
La de aquel caballito del diablo que aguantaba preso en su puño
Recuerda que sólo por oírse el corazón recién descubierto
corría como un endemoniado
Qué triunfo atravesar por primera vez solo
el frio miedo del puente sobre el Ebro
¿Cómo se atrevería a cruzar las vías del tren sin torcer la cabeza?
¿Cómo pudo arrojarse a las aguas del río sin hacer pie
sin saber nadar?
(¿Todas las conquistas están en la infancia?)
Antes de que se adentre en el túnel le tomo una mano
La otra la lleva cerrada
©Rubén Lapuente
Foto : Libélula de Guevara Requena
HORAS DE ORO

Viene de la profunda sima
del sentimiento
Desde un estante
o de la rendija del alba
en un cajón
Viene con viento de espigas
De tardes de esplendor en la piel
De naufragios bajo una lágrima
Viene con sus latidos
Y suena como rio
Como rápida vena de rio
Fresco y antiguo
Hoy de Mozart
Mañana serán unos versos de Giannuzzi
o de los que guardo de mi padre
secretos humildes:
“qué de días me esperan de amor…”
Son las horas de oro puro
que se arrancaron
¿Y las tuyas?
¿A qué esperas?
©Rubén Lapuente
AQUEL VIAJE EN TREN

Me sorprendió que aquel hombre
trepara por la abierta ventanilla de guillotina
del vagón de aquel viejo tren
Ya detrás del cristal
al tiempo de arrojarse
me sostuvo un instante la mirada
Tiré de la palanca de freno de emergencia
como si reprimiese violentamente
el salvaje galope de un caballo
El tren se estremeció
Bajé deprisa
Allí en la cuneta sentado
con la mitad de la cara ensangrentada
moviéndose como una mecedora
el hombre gemía largamente
pero no eran alaridos de dolor no
eran sólo de pánico
del terror de seguir vivo
©Rubén Lapuente