Se muestran los artículos pertenecientes al tema BREVES MOMENTOS ETERNOS( 23 ).
BELLO DOLOR

Lo estoy viendo nacer
Oh venero del dolor
Casida del llanto
Y me mira
Y se me acerca despacio
toda hecha bruma
¡Oh! ¡Qué marea!
¡Qué alud!
¡Qué llaga tan clara!
¡Oh! ¡Qué temblor
sus ojeras de mar
herida!
Qué importa
si de amor muerto
gime
¡Oh pulgares míos
descorriendo
sus lágrimas!
¡Si me ha elegido a mí
para arrancárselas!
Oh rota mujer
sin palabras
que no me conoce
En la almohada
de mi pecho
hundida
¡Qué bello dolor
me clava!
©Rubén Lapuente
a A.M.
CABALLITO DEL DIABLO

Para perderle el miedo grita su nombre
Ahora tiene que adentrarse como en un túnel
Ya sabes el ruido de sombras que chocan
La estridencia de unas voces
El espanto de algo extraño que espera al fondo sin luz
Él se aferra a las pequeñas victorias:
La de aquel caballito del diablo que aguantaba preso en su puño
Recuerda que sólo por oírse el corazón recién descubierto
corría como un endemoniado
Qué triunfo atravesar por primera vez solo
el frio miedo del puente sobre el Ebro
¿Cómo se atrevería a cruzar las vías del tren sin torcer la cabeza?
¿Cómo pudo arrojarse a las aguas del río sin hacer pie
sin saber nadar?
(¿Todas las conquistas están en la infancia?)
Antes de que se adentre en el túnel le tomo una mano
La otra la lleva cerrada
©Rubén Lapuente
Foto : Libélula de Guevara Requena
HORAS DE ORO

Viene de la profunda sima
del sentimiento
Desde un estante
o de la rendija del alba
en un cajón
Viene con viento de espigas
De tardes de esplendor en la piel
De naufragios bajo una lágrima
Viene con sus latidos
Y suena como rio
Como rápida vena de rio
Fresco y antiguo
Hoy de Mozart
Mañana serán unos versos de Giannuzzi
o de los que guardo de mi padre
secretos humildes:
“qué de días me esperan de amor…”
Son las horas de oro puro
que se arrancaron
¿Y las tuyas?
¿A qué esperas?
©Rubén Lapuente
AQUEL VIAJE EN TREN

Me sorprendió que aquel hombre
trepara por la abierta ventanilla de guillotina
del vagón de aquel viejo tren
Ya detrás del cristal
al tiempo de arrojarse
me sostuvo un instante la mirada
Tiré de la palanca de freno de emergencia
como si reprimiese violentamente
el salvaje galope de un caballo
El tren se estremeció
Bajé deprisa
Allí en la cuneta sentado
con la mitad de la cara ensangrentada
moviéndose como una mecedora
el hombre gemía largamente
pero no eran alaridos de dolor no
eran sólo de pánico
del terror de seguir vivo
©Rubén Lapuente