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REGALO DE BODAS

De una trenza
de su celaje de hebras
como una roseta
de guirnaldas
empieza
la bruma
de su belleza
Desde la platea
de la oficina
sentado en mi butaca
mientras
impaciente
espero oír
un maullido tras la puerta
mientras teclea
en el ordenador
bagatelas
la recreo
dentro
de su cuento
de amor de princesa
enjaezándola
con esa venda
de tocado
bajo la barbilla
con arracadas
que titubean
a la vez
voces
de plata
atando
a la lanza
de su amante
su pañuelo
de seda
o asomada
a la ventana
con sus dos largas trenzas
de escalera
a la alcoba
de su piel
de luz de rosicler
que bebe
del surtidor
del alba
Hasta que
un maullido tras la puerta
me despierta…
Mientras ya cuchichea con su gata
“Que ya me hurga
en el corazón”
me dice
Teresa
que se desposa
©Rubén Lapuente
Para Teresa y su gata Bolita, mi regalo de bodas
AVIÓN DE PAPEL

Es la belleza niña
hablándome
esperando
a que doble
y desdoble
pliegue en acordeón
levante
espigados
alerones
ponga
de horma del viento
arambeles
de cola
a una hoja de papel
Es la belleza
de verle
de puntillas
salvando enrejados
con la barbilla anclada
al barandal
con los dedos tirando de sí
Es su grito alocado
en la zozobra
del fallido vuelo
cayendo
como una serpentina
o como un orgullo
en su desmayo
Es la belleza
servida
en su puro rostro de asombro
aplaudiendo
como si tocara
unos platillos
a ese nuevo avión de papel
que volaba
sereno
a media ala
y que de pronto
cuando iba ya del codo
de la suave brisa
una cabriola
caprichosa
del viento
nos lo trajo
de vuelta
ya como carne de luz
que guardo
como un tesoro
©Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)
LA COMETA

La vida es sólo deseo
niño de la cometa
Una fábula que empieza
de una racha de viento
a tu espalda
y sigue hasta
esa mano torpe
que sujeta
a la carrera
en ese volantín
la banderola
de los sueños
inalcanzables
Así es la vida
niño de la cometa:
camadas de deseos
que vamos hollando
uno detrás de otro
ante la mirada
paciente
de la muerte
fija en ese cordel
de la cometa
La que tira del corazón
La que tuvo su luz
de primavera
Y aún resplandece
©Rubén Lapuente
TE EXAMINARÁN EN EL AMOR

Te examinarán en el amor
En el otoño de todo
Oh Tan tarde ya para ti
Andarás por ahí
como ensimismado
como cuando se garabatea
en una hoja de papel
la vida
Y entonces de pronto
alguien o algo
te preguntará
a tus espaldas
memorias del corazón:
Si sólo pasaste por un cuerpo
como por una alameda
Si al amarlo recuerdas
si él mismo era cada vez
uno distinto
Si te atreviste
a desnudarle cuando el dolor
le mudó la piel
Si al bailar con ella
vuestra canción herida de tiempo
te sonaba la música
con otro son
en otro sitio…
Te examinarán en el amor
En el otoño de todo
No lo dudes
¿Y si descubres que quien
no se tendió en un corazón
no ha vivido?
¡Oh! Tan tarde ya para ti
¡¿Y si en el pequeño abismo
de las manos
hundes el rostro?!
©Rubén Lapuente
A la tarde te examinarán en el amor (San Juan de la Cruz)
¡NOS VAMOS AL RÍO!

Son escenas olvidadas
momentos que regresan
de una pequeñez
como cuando doy un par
de palmadas y digo
¡Nos vamos al río!
Y la brisa de mi voz
ya lleva las mismas
palabras de mi padre
solapando las mías
e igual que entonces conmigo
estalla ahora clara
la garganta de mi hijo
que viene corriendo
hacia mi
con esa gota de luz
de sol de espiga tierna
de la infancia
y a través de su abrazo
abraza a mi padre
que despierta
¡Nos vamos al río!
Y sobre la piel del agua
dulce del Iregua
desmedido
vuelve mi padre en mí
ante la zozobra
del barco de carne
de papel mojado
aprendiz de pez
a la deriva
echo maraña de alharacas
jaleando a mi hijo
que es ya el suyo
mientras les miro
desde la orilla
como miran los juncos
©Rubén Lapuente
al enseñar a nadar a mi hijo en el río despertó en mí mi padre
foto Pablo Vicens
SIN PÁRPADOS

De lejos parecían dos llamas
pintadas en el lecho de hielo picado
de la pescadería
Dos bateles engastados en escamas de rubíes
Dos cabrachos bellísimos al acercarme
Y con los ojos abiertos
Ya no me acordaba que los peces
no tienen párpados
Que no cierran los ojos nunca
Siempre alertas
(no pueden dejar de ver
lo que no les apetece ver)
¿Despiertos duermen?
Ojos siempre circulares aún bellos muertos
Los miro y me traen la ley del mar:
Comer y ser comido
Me traen
el cebo en el sedal
o la celada red
La cita en el cantil de la muerte
Me traen la vida
que nació en el agua
El torpe salto de esbozo de anfibio
al primer embeleso de claro de luna
Me traen…
¿No vienen nuestras lágrimas
de un poquito de su mar?
Mientras la pescadera
me habla de la sopa bullabesa
del pastel de cabracho
mientras les saco una foto
a esos dos viajeros
de la noche oscura del agua
no puedo dejar de ver
lo que ya no me apetece ver
©Rubén Lapuente
MI MANO NIÑA

Ahora habría podido llamarme
Oh el haber estado bebiendo
de la misma sangre en el mismo vientre
Llegaba del colegio
y subido a mis libros
tirando de la borda de mimbre
le veía los huesecillos
de pájaro al trasluz
Entre mantillas
azulada la piel
parecía
un zafiro
Una princesita añil
¿Cómo iba a saber yo que lo vivo
también deja de moverse?
Aquel frio calambre
que me dio su cuerpo
se me entrañó en la mano:
La única que recuerda
Pero no no no hay dolor
¿La olvidé quizás por mirar
desde la angustia el trajín
de la vida que todo lo aleja
que todo lo agua?
Si no la pienso se me morirá
Hoy habría podido llamarme
¿Por qué no dicharachera?:
Poetilla hermano si quieres
un halago mío en tu cuaderno
ve sacando la cartera
o culta: Oh qué poemas Rubén
he leído tan inquietantes de Silvia Plath…
Ahora nos habría atrapado
toda la miel del ámbar del tiempo
En un estanque seriamos dos hojas
En una maroma dos rizadas hebras
Oh pero no no no hay dolor
Ahora que crece en la palma de mi mano
un día se me pondrá de pie
¿Eres tú? Asomándose sonriendo
por sobre la orilla de mi sueño
©Rubén Lapuente
De cómo iba tranquila la muerte

E iba tranquila la muerte con su serón
de esparto al hombro; minuciosa
rasguñaba sutil la sombra de los cuerpos
al correr el sudario,
retornándolos a la oscura antesala
del antes del nacer, a las puertas
de aquel dulce vientre de terciopelo;
y no se le tenía temor
porque más allá del miedo no había nada;
dichosos de haber sido elegidos por el azar,
de poder haberle robado a la eternidad
ese transigido pequeño tesoro de la existencia:
se avenían a ser una mirada en el tiempo;
y ni existía la pesadumbre
porque en lo que se subía un peldaño del día
y al tiempo que otro puñado de corazones
surcaba el fugitivo dédalo,
el ayer se borraba tan fácil
como si desempañaran el vidrio;
y nunca, nunca, nadie antes de morir
se sentía muerto:
seguían ocupados mientras se apagaban,
mientras esperaban que llegara tranquila
la muerte con su serón de esparto…
©Rubén Lapuente
BAILE DE SOMBRAS

Ha sido una canción
Su chispazo en mi sangre
me ha soltado los pies
me los ha calzado
de un suave vuelo
de hoja muerta
Siempre hay un recodo
que no le enseñas
que no le entregas
Y el baile
te arranca
de tu plácido refugio
Y te obliga
Te detalla
Te desenmascara
Y la he cogido
tan dulce de la cintura
La pequeñez del espacio
nos hace girar
en el remolino
de dos miradas
de dos sonrisas
Imposible escaparse
del acecho
sin tregua
de una boca
de unos ojos
De pronto ahí
en la pared
en nuestras sombras
(¿el envés de la apariencia?)
cómo se siente el peso
de esta larga andadura juntos
El cansancio también
del viejo latido
del eterno amor
Si se diera cuenta ahora ella
podría hasta sumergirse
en este rio mío
oculto
reflejado en el espejo
tan claro del suyo
(Oh cómo se entrega esta mujer)
por el que me cuelo
hasta donde
ya no puede haber
nada más
Alargo la melodía
en mi garganta
en la última vuelta
que demoro con ella…
Y al pararnos
me fijo
cómo dos sombras
en la pared
(¿por qué aún extrañas?)
se amalgaman
©Rubén Lapuente
Foto mi sombra y la de mi mujer
BELLO DOLOR

Lo estoy viendo nacer
Oh venero del dolor
Casida del llanto
Y me mira
Y se me acerca despacio
toda hecha bruma
¡Oh! ¡Qué marea!
¡Qué alud!
¡Qué llaga tan clara!
¡Oh! ¡Qué temblor
de sus ojeras de mar
herida!
Qué importa
si de amor muerto
gime
¡Oh pulgares míos
descorriendo
sus lágrimas!
¡Si me ha elegido a mí
para arrancárselas!
Oh rota mujer
sin palabras
que no me conoce
En la almohada
de mi pecho
hundida
¡Qué bello dolor
me clava!
©Rubén Lapuente
a A.M.
CABALLITO DEL DIABLO

Para perderle el miedo grita su nombre
Ahora tiene que adentrarse como en un túnel
Ya sabes el ruido de sombras que chocan
La estridencia de unas voces
El espanto de algo extraño que espera al fondo sin luz
Él se aferra a las pequeñas victorias:
La de aquel caballito del diablo que aguantaba preso en su puño
Recuerda que sólo por oírse el corazón recién descubierto
corría como un endemoniado
Qué triunfo atravesar por primera vez solo
el frio miedo del puente sobre el Ebro
¿Cómo se atrevería a cruzar las vías del tren sin torcer la cabeza?
¿Cómo pudo arrojarse a las aguas del río sin hacer pie
sin saber nadar?
(¿Todas las conquistas están en la infancia?)
Antes de que se adentre en el túnel le tomo una mano
La otra la lleva cerrada
©Rubén Lapuente
Foto : Libélula de Guevara Requena
HORAS DE ORO

Viene de la profunda sima
del sentimiento
Desde un estante
o de la rendija del alba
en un cajón
Viene con viento de espigas
De tardes de esplendor en la piel
De naufragios bajo una lágrima
Viene con sus latidos
Y suena como rio
Como rápida vena de rio
Fresco y antiguo
Hoy de Mozart
Mañana serán unos versos de Giannuzzi
o de los que guardo de mi padre
secretos humildes:
“qué de días me esperan de amor…”
Son las horas de oro puro
que se arrancaron
¿Y las tuyas?
¿A qué esperas?
©Rubén Lapuente
AQUEL VIAJE EN TREN

Me sorprendió que aquel hombre
trepara por la abierta ventanilla de guillotina
del vagón de aquel viejo tren
Ya detrás del cristal
al tiempo de arrojarse
me sostuvo un instante la mirada
Tiré de la palanca de freno de emergencia
como si reprimiese violentamente
el salvaje galope de un caballo
El tren se estremeció
Bajé deprisa
Allí en la cuneta sentado
con la mitad de la cara ensangrentada
moviéndose como una mecedora
el hombre gemía largamente
pero no eran alaridos de dolor no
eran sólo de pánico
del terror de seguir vivo
©Rubén Lapuente