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Se muestran los artículos pertenecientes al tema AMOR MÍO ( 22 ).

UNA HISTORIA DE HEBRAS

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Ella no sabía que su belleza estaba

en esa manera de acomodarse los cabellos

en ese luminoso ademán

que coronaba su larga melena:

ese parpadeo de la luz

descolgándose de cada hebra

Un viento

que le quitaba o le ponía aladares

o la vestía de dulce sauce

con su cabellera descalza

Ella no sabía

que asomada a la ventana

la peinaba el último azul de la noche

 

Luego me abría la toca íntima

de sus cabellos 

para  cara a cara  

asfixiarnos dentro de ese

serrallo de voces

y de niebla de saliva

de besos

 

Yo la veía en la cama

con esas guedejas buscando 

el embozo de las sábanas

como una princesa muerta de cuento

Veía como los caireles de sus hebras

comenzaban ya a tejerle 

su mejor lencería

E iba por la casa trenzándose el cabello

para que la llamara sólo

pequeña

Yo notaba que su mata de pelo

me daba vida

 

Hoy me ha llamado de improviso

¡Oh!  Que lo sentía por mi “ni se te ocurra”

Que ella era la dueña de su espejo

Que no se sentía aquella

Que no se gustaba

Que no le habían sangrado las hebras

 

Teniendo llave llamó al timbre

Por la mirilla la veía aderezarse

lo que no serían ni sortijas en mis dedos

Sintiendo cómo se me ahogaba su manera

su historia de hebras  su aire

al abrir la puerta

(¿Te gusta este muchacho?-me dijo-)

algo extraño

algo nuevo y bello

me nacía de sus ojos

                                  ©Rubén Lapuente

Foto: Carmen

19/03/2011 19:40 rubenlapuente #. AMOR MÍO ( 22 ) No hay comentarios. Comentar.

AMOR PRIMERO

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Calle arriba

calle abajo

lanzábamos

nuestras

miradas

granadas

adolescentes:

azotes al corcel de otro corazón

 

Al trasluz de aquel vestido

¡Oh!  Su silueta vivía

aparte

Su aura

era como

la estela que deja

un poema 

Como el gesto

que no se borra

a su muerte

Y cómo se parecía

su pequeña tristeza

a la mía

 

En el rellano de una sombra

deprisa

entramos

a robarnos:

su tierno cuerpo

como el mío sin hacer

era infinito

 

Al salir a la luz

Ya éramos otros

                    ©Rubén Lapuente

rubenlapuente

ARRUGAS

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Voy a romper los espejos

Los que te enmiendan

Los que perturban esa piel

que se cansa de tanta tersura

de ser de luz

 

No me digas que quieres

limpiarte de penumbras

¿Cómo vas a deshebrar

lo que ha tejido la entraña?

Si son sus banderas

¿Y si te cambia ese gesto

ese esplendor único

que permanece en uno

que se nos adelanta siempre

como un perfume?

¿A quién mirarían?

Si al final sólo te amarán

por una manera de ser

 ¡Oh!

¿Quieres amargo consuelo?

¡Si esa piel de naranja

se me hace tan tersa

como la de una dulce manzana!

¡Si a ese leve velamen del cuello

le basta con un pañuelo

de seda encendido!

¿Que ahora se desmaya  tu pecho?

¿No lo toman mis manos

orgulloso?

¿Cuántas arrugas tuyas

las he labrado yo?

 

Voy a romper los espejos

Los que te enmiendan

Los que te perturban

Los que te hacen soñar

con turgencias de oropel

con frías lancetas sin memoria

 

Ven asómate

Mira el sol en su declive

En su viejo ocaso tan limpio

¿Por qué no puede ser el nuestro

igual de bello?

                       ©Rubén Lapuente

CLARO DEL BOSQUE

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Dime que te gusta

que me levante

temprano

con el primer rayar

de los versos

florecidos en el sueño

 

No me digas

que te despiertas

sola y helada

si de un sólo soplo

bajo las sábanas

prenderías 

el ascua

de mi carne viva

 

Dime que te gusta

que te traiga

el pan heñido

El que nace a la vez

que la luz

Y magullado

por mi boca

 

Dime que te gusta

verme con el torso

desnudo

a mediodía

sudado

de broza  de azada  de jardín

de sal de la tierra

en los labios

que me restallan

ante tu piel

de hembra

 

Dime que te gusta

ir conmigo

al atardecer

a ese claro del bosque

donde ante tu cuerpo

casi desnudo

se arrodilla

soberbia

la naturaleza

                    ©Rubén Lapuente

                   (El Rasillo de Cameros)

MIS MANOS

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Sólo son mis manos

Ésa que tomas curtida

no sabe de treguas

Aún débil ala niña la otra

Fíjate en los pliegues de los dedos

por el dorso

parecen nudos de árboles

viejas rodillas

Mira ahora que la extiendo

qué ramajes a punto de estallar

En pocos lugares

nos presentimos tanto

como en esa travesía angosta

en la que duele posar los ojos

¿Y mis uñas?

Sólo mi madre

me las ha recortado

desde el fondo de la ternura

De negras de tierra y rotas en pico

a la breve media luna limpia y besada

en cada una

¿Y las palmas?

Fíjate

en todo ese revoltijo de rayas

Allí se escriben los avatares

Los altibajos míos

Y si crees en los presagios

elige una línea o una cruz  o una cadena

y busca la misma en tu palma

 

Sólo son unas manos mujer

las que tomas por un tesoro

Las que después de amarte

gastadas

duermen

          ©Rubén Lapuente

UNA MAÑANA EN MI VIDA

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Me va despertando el alba

desatando

la enredada

trenza

del sueño

como una puerta

de niebla

por la que entrase

humilde

el viento 

la brisa

¡Si rompiera el día dentro de mí!

 

Pero el  amanecer

comienza

con su sabida luz

su trillada música

como si fuera lo que se abandona

lo que sucede

como el frío de una piedra

 

De puntillas

como un niño

-ella aún duerme-

salgo al entreabierto balcón

a sostener

la mirada

a todo lo que he perdido:

Y ahí está

mi vida

abreviada

en el embalse:

Ayer era mi íntimo mar de muchacho

hoy sólo es el cuenco

de las manos de un valle

Y el mismo bello creciente tronar del bosque

un anodino ruido de fondo

 

¡Otra vez las cosas

las sensaciones

que se alejan de uno!

¡Que las pierdo yo!

 

Y vuelvo envuelto

en un débil trazo de sol tullido

que roza

al pasar

el hilo

de su sueño

 

Mientras se despereza

lentamente me afeito:

Barbero de vieja brocha y cuchilla

abstraído

bato la espuma

de un mar

enterrado

Y tarareo una  canción

sin querer

de mester de juglaría

como pudiera haberme aparecido otra

comunera

castellana como ella

La que se le perdió un día

por todo el cuerpo

Que tira de una carreta en una era de oro

De raíces que toman

del pedernal

de la yesca

su sostén

sin agitar ya banderas

 

Y apareció por detrás de mí

en el espejo

como un amanecer

radiante

cantándomela

 

¡Y mi mar se quedó sin espuma!

 

                               ©Rubén Lapuente

                       Foto: yo mirando el embalse

                         domingo 6 de junio de 2010 .El Rasillo

                      

a Carmen y su Canto de Esperanza

CANDADO DE AMOR

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Amor

vamos

al puente sobre

el río

El que anduvo reflejando

tanto tiempo

sólo

cielo

El que te enseña

que la vida

es una espalda

que pasa

Ponte radiante

como para aquella

cita primera

Préndete del pelo

una menuda

rosa

roja

Amor

yo llevo en el puño

el pálpito

de un juramento:

tu nombre

el mío

esta fecha

grabado en el acero

de la memoria

de los sueños

 

Asómate

amor

a la corriente

Si vamos a dejar

de ser nosotros

Si el rumor de mi sangre

va a sonar en tus venas

Si vas a desaparecer

para

dentro de mi

aparecerte

entera

Cierra

prende el candado

al hierro

de la baranda

y arroja las llaves

a lo poco puro que queda

en la tierra:

el río

que nace como nosotros

de la húmeda sombra

(¿lo cruzamos juntos?)

y que en el estuario

desaparece

de la vida

sin ruido

sin memoria

sin lágrimas

                  ©Rubén Lapuente

ROSAS SECAS

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Ni recordaba que estuvieran ahí.

¡Cuántas veces las habré mirado sin verlas!

Han tomado un color

de rojo vino viejo,

de rescoldo de un voraz amor en llamas.

¡Cómo aguanta su armazón

la fiebre en su belleza!

¡Cómo se aprieta cada una a su muerte!

Las mantendrá quizá aún ahí

por temer perderlas en el  corazón.

 

(“Las quiero sin aderezos

y a las nueve ” dije)

 

Yo soy un hombre de pocos regalos.

Ella, ya tenía el mío, un perfume, creo.

 

Y llamaron a la puerta…

 

Nunca había visto a nadie estremecerse.

Me miraba

y a un tiempo

al ramo entre sus brazos,

balbuceando con la lengua del corazón

palabras que yo sólo entendía.

 

Qué belleza al enseñarme

el aluvión de sus ojos.

Qué largo beso

sin sentirle los labios, ni la boca.

Caí en ella, sin vértigo, sin ocaso.

Un simple ramo de rosas…

Y había besado

lo que no se marchita nunca!

 

Han pasado diez años de aquello.

Y ahí siguen sus rosas rojas secas.

Ahora vivirán algo más apretadas…

 

¡Queda tan poco para que den la nueve!

 

                                       ©Rubén Lapuente

                            para mi jardinera de rosas rojas secas

FIDELIDAD

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Por la avenida me cruzo con ella

camino del  trabajo

Voy con el cuerpo

que finge despertarse cada mañana

Y no es la mejor manera

de atender la dulzura de unos ojos

 

Al principio sólo era un perfume intenso

Luego la brisa que movía

se me fue acercando

como la de aquel temblor

adolescente

Y caminábamos despacio

para que durara algo más

nuestra diaria coincidencia

 

Las miradas se hicieron cada vez

más cercanas   más cómplices

más sostenidas

Me ladeaba para no rozarla

para ser sutil y amable

 

Hasta luego -me dijo ayer

Adiós -a media voz y a destiempo le dije

Y nos volvimos a la vez

para darnos la mejor sonrisa

 

Hoy sabía que era la mañana

del encuentro   de las preguntas

de la cita en un bar

de las mentiras quizá

Ahora está ella bajando por el bulevar

Adelantándose al tiempo

Buscando mi silueta en la lejanía

Oyéndose el timbal enajenado del pecho

 

Pero hoy he cambiado de trayecto

He tomado una calle paralela a la avenida

Mientras la veo fugaz

rebasarme por una esquina

me imagino

camino del trabajo

que hay ahora alguien

que descorre unas cortinas

que abre un balcón de par en par

y que recogiendo mi ropa sobre la cama

tal vez   por un momento

aspire su olor

            ©Rubén Lapuente

UNA HISTORIA DE NUBES

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Esta inquietud mía

Esta ráfaga de pureza

que me tiende sobre ella

desde la glorieta de su frente

a los ocho breves valles de sus pies

Debajo de mí

no sabe lo que busco

Somos sólo una historia de nubes

Sólo una memoria de sábanas

Con los brazos en cruz

le arrebato las manos

entrelazándolas con fuerza

a las mías

Y lentamente

ruedo mi rostro

de un lado al otro del suyo

La hablo  se azara:

Cuéntame tu vida como sé la mía

como si fuera la niebla

y yo la orilla del río

 

Se afloja el ramal que le puso el tiempo

Me abre la ventana

que da a la ensenada de su patio oscuro

y me lleva a las lágrimas tras la puerta

al jirón de aquella promesa

al orgullo que le agranda el olvido

al camino en zigzag que era el bueno

Luego bajamos al barranco

donde guarda su tesoro

y me lo señala

Y escarbo allí hasta dónde

no hay nada ni nadie detrás:

su piedra desnuda intacta

de dónde nace la mirada

el deseo   lo insondable

el milagro en flor

la inocencia tierna

 

Y al salir de su cuerpo

colmado

la veo distinta  transparente

desarmada  más dulce

inacabable

 

Ahora somos una historia de nubes

que se reflejan

Una memoria de sábanas eternas

      

       ©Rubén Lapuente

CAPITÁN DEL AMOR

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¡Que la despierte

para que la duerma la lluvia!

Desvaríos.

Rarezas de mujer.

Culpa de este verano de letargo

de estiaje de arena

que la tiene adormecida

desmadejada

flotando en la tierra.

 

Pero en esta mañana tórrida

que no he de vadear

la voy a perseguir

la voy a empapar ese sueño

la voy a levantar el espíritu.

 

He abierto la llave de la ducha.

Y en volandas

raptándola

la he llevado

bajo esa lluvia fría.

Aullaba.

Me insultaba.

Me tiraba coces de potrilla.

Primero se le erizó la piel.

Luego se le abrieron los poros

como sedientas bocas.

La lluvia fue en sus venas

salvajes arroyos de tormenta.

Y cedieron sus brazos…

 “No te seques.

Rastrearé  tu reguero

de agua.”

 

Sobre las sábanas mojadas

en el fondo de la casa

la llave aún abierta

ella oía verterse

sobre su cuerpo

la lluvia…

 

¡Como un aguacero!

 

             ©Rubén Lapuente

LA VOZ DEL SUEÑO

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La oigo respirar…

Si no durmiera a mi lado

por esa voz del sueño

que no se aviene

a la que yo atesoro

no la reconocería.

 

Por momentos

alienta suspiros de niña.

En otros inspira

roces de viento

en las zarzas.

Luego imperceptible

su aliento calla

como una leve herida.

Y al no oírla

me ralla el vértigo

de cuando

cuál

antes

será un hueco.

 

Y la despierto

con la voz

ronca del sueño

fingido.

 

Desvelada

se vuelve hacía mí…

 

¡Y no me mueve!

 

    ©Rubén Lapuente

DETRÁS DE ELLA

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Voy detrás de ella.

De un vaivén olvidado.

La veo como la ven los otros.

Como veía adolescente

su cuerpo por los soportales.

El mismo gesto de acomodarse el pelo.

La misma transparencia que desplaza su silueta.

¿Lo que amo son sus formas?

La sigo para que no se me acabe su cuerpo.

Para volver a dibujarla

sobre el esbozo de ayer.

Ánfora que se cimbrea

cruzando esquinas, gentes, luces …

Se para en un escaparate.

Vive el hallazgo, la sorpresa:

El vestido quizá ya interrogado.

Creo que amo su manera, su aire.

 

Al girarse ella de pronto

casi no me da tiempo

a darme la media vuelta.

Me estará ahora viendo caminar

delante entre la gente.

Gritará mi nombre.

¿Qué haces aquí? me dirá.

Siento sus ojos a mi espalda.

Los pasos de sus tacones…

Alargo un poco la zancada.

Tenso el cuerpo

esperando su voz…

 

¿Pero porqué no me llama?

 

             ©Rubén Lapuente

LA FIEBRE

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Hoy ha caído enferma.

La fiebre.

Ese incendio nuestro

en la sangre

que se apaga a ciegas.

 

Le he puesto

el viejo mercurio

en la axila

y al leérselo

mientras lo agitaba

se ha dado la media vuelta

como aislándose.

 

En brazos la he llevado

a la bañera

y por primera vez

me doy cuenta

de que no la desnudo

para el amor.

Me mira creyendo

que no me ofrece nada

y no sabe

que la quiero igual así

abandonada a mí

débil.

 

Y la abrigo

para el temblor del sueño

entre las sábanas

tibias de nosotros

que ahora la fiebre

desgasta

nos enferma.

                   ©Rubén Lapuente

PROFUNDA PIEL

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Me gusta acercarme

abrazarte por detrás

que pierda tu cuello

la pureza

ofrecido a mi boca

que arrastra el sutil

tirante de tu vestido

rendida la cremallera

a la luz de tu espalda

y le ayudo a caer

de las caderas

al vértigo del rubor

en tus pies

 

me gusta volverte luego

por los hombros

manejada

colgada de mi cuello

entre mis brazos

como el último

tesoro de la tierra

y tenderte después

sobre lo que no se siente

bajo mi cuerpo

tenue  entregada

casi soñando

para llegar minucioso

a lo más profundo

a tu piel

creyendo

que todo es perpetuo

 

              ©Rubén Lapuente

 

lo más profundo del hombre es la piel (P.Valéry)

PALABRAS DE AMOR

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Le digo que me bese de puntillas

que gateen sus pies hasta mi boca

que si me alcanza,

le voy a dejar abrir

la caja de mis sueños,

le voy a pedir que se venga

a respirar conmigo,

con este medio paréntesis

abierto de vida y muerte

que necesita de un otro medio delante,

luminoso y creciendo.

 

Que no sólo nos hallaremos

sobre la ardiente piel dorada

del deseo.

Que nos encontraremos también

en los olvidos de la cocina;

en el sabor del errado e igual

cepillo de dientes;

enmarañados de crines

en el vértigo del lavabo;

en el agua gastada de la bañera;

en el duro perfil sorprendido

por un presagio de angustia;

en las huellas raídas de las sábanas;

en el olor quieto de las dos

mitades del armario;

en la noche que cambiemos

de lado en la cama

esperando inquietos soñar

secretos del otro;

en la ira de algún día

que su mano parará en mi boca.

 

Se lo iba diciendo todo,

mientras subía a mis labios,

y, poquito a poco, ella,

se fue atando a mi cuello…

 

                           ©Rubén Lapuente

Mariamor

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Hoy no se detiene mi corazón en la piel,

va muy por delante mío

con esta blanca y rubia luz trasparente,

con esta naturaleza

que necesita bien poco que la mire

para ser una parte mía.

¡Qué poco he tardado en habitarla!

 

Hoy no se detiene mi corazón en la piel.

Y con ella voy a mi arboleda,

a echarme con la cabeza sobre su vientre.

Y por primera vez siento el vértigo

del entramado de la vida bajo mi mejilla.

Ese maderaje que cobija

el empuje de memoria tras memoria.

Sazonada vasija de vida y muerte irrepetible.

¿Cuánto tiempo más voy a tardar en habitarla

si todavía me paro en su puerta

con los nudillos en el aire?

 

¿Porqué no recalar en cada herida

que trae a casa?

¿Porqué no asfixiarme con ella

si nos hemos elegido?

 

¿Cuánto tiempo más voy a tardar en vivirla?

 

¿Y si empezara por cambiar las formas?

Y ahora mismo.

Que todo diera un giro inesperado.

Empezar añadiendo

como un guiño suave mío

una hermosa palabra a su nombre:

 

Mariamor,  ese paisaje interior

pide una mano de belleza,” le digo

 

Y al mirarme,

mi cabeza ladeada sobre su vientre,

sonriéndola,

le enseño lo más oculto

que guardo.

 

Lo que no se arropa.

Lo que no muda nunca.

 

Y empiezo ya a sentir mi vacío.

 

©Rubén Lapuente

pintura de Maria Ortega Estepa

RITUAL DE SUS MANOS

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Cuando arrecia el frio de madrugada,

yo con un pie navegando los cielos

y con el otro de vigilia,

comienza el ritual de sus manos.

 

Dice que el frío le entra

por la yema de los dedos,

que hay algunos huesos

que le parece que duermen

junto al rocío.

¿No será por la maldita costumbre

de no cerrar la ventana

por si nos quedamos sin oxígeno

o es que ese aire frío

es el que quiere colarse de rondón

y robarnos la tibieza

de nuestro lecho?

 

Bajo la brasa de mi cuerpo

desliza los primeros

cinco carámbanos.

Yo mientras tanto ato

la cola de un tardío cometa

a mi entresueño.

Y poco a poco mi fogón arriba

a cada gélido tuétano.

Es el instinto quien le lleva al bálsamo

de mi sangre caliente.

Y haría mal en taponarle

mi costado sobre la sábana:

No es bueno despertar al sonámbulo.

 

Cuando me desliza

los otros cinco témpanos,

ya de un salto me apeo

de los mapas del cielo.

Me doy la media vuelta,

le emparejo las palmas de las manos

y como lapas entre las mías,

se las cierro.

Y ahí frente a mí, está ella,

con esa fría y cálida somnolencia

que le deja todavía un pequeño

temblor en un párpado,

que nunca sabré si es un guiño

desde el  amor del sueño…

No es bueno despertar al sonámbulo.

 

                            ©Rubén Lapuente

SU ESPALDA

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Hoy se ha dormido del otro lado.

Madrugada de su espalda desnuda.

De cada noche que tuve su cuerpo,

recuerdo uno distinto,

pero no de su espalda,

que detrás suyo oculta

que no la conozco.

 

Su relieve me lo daba mis manos,

que la leve luz me desnuda ahora.

El atlas que lo tengo

constelado de lunares

que no había visto.

Y los cuento.

Y los apreso.

 

Espalda sajada por el cauce

de suaves meandros

rubio trigal de mi infancia 

con la sombra de la luz,

arriba ya de todas la dunas

abriéndole el envés de la piel.

Y ahora la tengo de luna llena.

Y mía.

Su pizarra rosada

que me escribe los versos

que olvidaré si se despierta.

 

(¡Quieta…!)

Si se mueve ahora

se romperá la magia.

(¡Quieta…!)

Y me acerco así casi sobre ella,

cerrándole la espalda…

que no se vuelva…

 

     ©Rubén Lapuente

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