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UNA HISTORIA DE HEBRAS

Ella no sabía que su belleza estaba
en esa manera de acomodarse los cabellos
en ese luminoso ademán
que coronaba su larga melena:
ese parpadeo de la luz
descolgándose de cada hebra
Un viento
que le quitaba o le ponía aladares
o la vestía de dulce sauce
con su cabellera descalza
Ella no sabía
que asomada a la ventana
la peinaba el último azul de la noche
Luego me abría la toca íntima
de sus cabellos
para cara a cara
asfixiarnos dentro de ese
serrallo de voces
y de niebla de saliva
de besos
Yo la veía en la cama
con esas guedejas buscando
el embozo de las sábanas
como una princesa muerta de cuento
Veía como los caireles de sus hebras
comenzaban ya a tejerle
su mejor lencería
E iba por la casa trenzándose el cabello
para que la llamara sólo
pequeña
Yo notaba que su mata de pelo
me daba vida
Hoy me ha llamado de improviso
¡Oh! Que lo sentía por mi “ni se te ocurra”
Que ella era la dueña de su espejo
Que no se sentía aquella
Que no se gustaba
Que no le habían sangrado las hebras
Teniendo llave llamó al timbre
Por la mirilla la veía aderezarse
lo que no serían ni sortijas en mis dedos
Sintiendo cómo se me ahogaba su manera
su historia de hebras su aire
al abrir la puerta
(¿Te gusta este muchacho?-me dijo-)
algo extraño
algo nuevo y bello
me nacía de sus ojos
©Rubén Lapuente
Foto: Carmen
AMOR PRIMERO

Calle arriba
calle abajo
lanzábamos
nuestras
miradas
granadas
adolescentes:
azotes al corcel de otro corazón
Al trasluz de aquel vestido
¡Oh! Su silueta vivía
aparte
Su aura
era como
la estela que deja
un poema
Como el gesto
que no se borra
a su muerte
Y cómo se parecía
su pequeña tristeza
a la mía
En el rellano de una sombra
deprisa
entramos
a robarnos:
su tierno cuerpo
como el mío sin hacer
era infinito
Al salir a la luz
Ya éramos otros
©Rubén Lapuente
ARRUGAS

Voy a romper los espejos
Los que te enmiendan
Los que perturban esa piel
que se cansa de tanta tersura
de ser de luz
No me digas que quieres
limpiarte de penumbras
¿Cómo vas a deshebrar
lo que ha tejido la entraña?
Si son sus banderas
¿Y si te cambia ese gesto
ese esplendor único
que permanece en uno
que se nos adelanta siempre
como un perfume?
¿A quién mirarían?
Si al final sólo te amarán
por una manera de ser
¡Oh!
¿Quieres amargo consuelo?
¡Si esa piel de naranja
se me hace tan tersa
como la de una dulce manzana!
¡Si a ese leve velamen del cuello
le basta con un pañuelo
de seda encendido!
¿Que ahora se desmaya tu pecho?
¿No lo toman mis manos
orgulloso?
¿Cuántas arrugas tuyas
las he labrado yo?
Voy a romper los espejos
Los que te enmiendan
Los que te perturban
Los que te hacen soñar
con turgencias de oropel
con frías lancetas sin memoria
Ven asómate
Mira el sol en su declive
En su viejo ocaso tan limpio
¿Por qué no puede ser el nuestro
igual de bello?
©Rubén Lapuente
CLARO DEL BOSQUE

Dime que te gusta
que me levante
temprano
con el primer rayar
de los versos
florecidos en el sueño
No me digas
que te despiertas
sola y helada
si de un sólo soplo
bajo las sábanas
prenderías
el ascua
de mi carne viva
Dime que te gusta
que te traiga
el pan heñido
El que nace a la vez
que la luz
Y magullado
por mi boca
Dime que te gusta
verme con el torso
desnudo
a mediodía
sudado
de broza de azada de jardín
de sal de la tierra
en los labios
que me restallan
ante tu piel
de hembra
Dime que te gusta
ir conmigo
al atardecer
a ese claro del bosque
donde ante tu cuerpo
casi desnudo
se arrodilla
soberbia
la naturaleza
©Rubén Lapuente
(El Rasillo de Cameros)
MIS MANOS

Sólo son mis manos
Ésa que tomas curtida
no sabe de treguas
Aún débil ala niña la otra
Fíjate en los pliegues de los dedos
por el dorso
parecen nudos de árboles
viejas rodillas
Mira ahora que la extiendo
qué ramajes a punto de estallar
En pocos lugares
nos presentimos tanto
como en esa travesía angosta
en la que duele posar los ojos
¿Y mis uñas?
Sólo mi madre
me las ha recortado
desde el fondo de la ternura
De negras de tierra y rotas en pico
a la breve media luna limpia y besada
en cada una
¿Y las palmas?
Fíjate
en todo ese revoltijo de rayas
Allí se escriben los avatares
Los altibajos míos
Y si crees en los presagios
elige una línea o una cruz o una cadena
y busca la misma en tu palma
Sólo son unas manos mujer
las que tomas por un tesoro
Las que después de amarte
gastadas
duermen
©Rubén Lapuente
UNA MAÑANA EN MI VIDA

Me va despertando el alba
desatando
la enredada
trenza
del sueño
como una puerta
de niebla
por la que entrase
humilde
el viento
la brisa
¡Si rompiera el día dentro de mí!
Pero el amanecer
comienza
con su sabida luz
su trillada música
como si fuera lo que se abandona
lo que sucede
como el frío de una piedra
De puntillas
como un niño
-ella aún duerme-
salgo al entreabierto balcón
a sostener
la mirada
a todo lo que he perdido:
Y ahí está
mi vida
abreviada
en el embalse:
Ayer era mi íntimo mar de muchacho
hoy sólo es el cuenco
de las manos de un valle
Y el mismo bello creciente tronar del bosque
un anodino ruido de fondo
¡Otra vez las cosas
las sensaciones
que se alejan de uno!
¡Que las pierdo yo!
Y vuelvo envuelto
en un débil trazo de sol tullido
que roza
al pasar
el hilo
de su sueño
Mientras se despereza
lentamente me afeito:
Barbero de vieja brocha y cuchilla
abstraído
bato la espuma
de un mar
enterrado
Y tarareo una canción
sin querer
de mester de juglaría
como pudiera haberme aparecido otra
comunera
castellana como ella
La que se le perdió un día
por todo el cuerpo
Que tira de una carreta en una era de oro
De raíces que toman
del pedernal
de la yesca
su sostén
sin agitar ya banderas
Y apareció por detrás de mí
en el espejo
como un amanecer
radiante
cantándomela
¡Y mi mar se quedó sin espuma!
©Rubén Lapuente
Foto: yo mirando el embalse
domingo 6 de junio de 2010 .El Rasillo
a Carmen y su Canto de Esperanza
CANDADO DE AMOR

Amor
vamos
al puente sobre
el río
El que anduvo reflejando
tanto tiempo
sólo
cielo
El que te enseña
que la vida
es una espalda
que pasa
Ponte radiante
como para aquella
cita primera
Préndete del pelo
una menuda
rosa
roja
Amor
yo llevo en el puño
el pálpito
de un juramento:
tu nombre
el mío
esta fecha
grabado en el acero
de la memoria
de los sueños
Asómate
amor
a la corriente
Si vamos a dejar
de ser nosotros
Si el rumor de mi sangre
va a sonar en tus venas
Si vas a desaparecer
para
dentro de mi
aparecerte
entera
Cierra
prende el candado
al hierro
de la baranda
y arroja las llaves
a lo poco puro que queda
en la tierra:
el río
que nace como nosotros
de la húmeda sombra
(¿lo cruzamos juntos?)
y que en el estuario
desaparece
de la vida
sin ruido
sin memoria
sin lágrimas
©Rubén Lapuente
ROSAS SECAS

Ni recordaba que estuvieran ahí.
¡Cuántas veces las habré mirado sin verlas!
Han tomado un color
de rojo vino viejo,
de rescoldo de un voraz amor en llamas.
¡Cómo aguanta su armazón
la fiebre en su belleza!
¡Cómo se aprieta cada una a su muerte!
Las mantendrá quizá aún ahí
por temer perderlas en el corazón.
(“Las quiero sin aderezos
y a las nueve ” dije)
Yo soy un hombre de pocos regalos.
Ella, ya tenía el mío, un perfume, creo.
Y llamaron a la puerta…
Nunca había visto a nadie estremecerse.
Me miraba
y a un tiempo
al ramo entre sus brazos,
balbuceando con la lengua del corazón
palabras que yo sólo entendía.
Qué belleza al enseñarme
el aluvión de sus ojos.
Qué largo beso
sin sentirle los labios, ni la boca.
Caí en ella, sin vértigo, sin ocaso.
Un simple ramo de rosas…
Y había besado
lo que no se marchita nunca!
Han pasado diez años de aquello.
Y ahí siguen sus rosas rojas secas.
Ahora vivirán algo más apretadas…
¡Queda tan poco para que den la nueve!
©Rubén Lapuente
para mi jardinera de rosas rojas secas
FIDELIDAD

Por la avenida me cruzo con ella
camino del trabajo
Voy con el cuerpo
que finge despertarse cada mañana
Y no es la mejor manera
de atender la dulzura de unos ojos
Al principio sólo era un perfume intenso
Luego la brisa que movía
se me fue acercando
como la de aquel temblor
adolescente
Y caminábamos despacio
para que durara algo más
nuestra diaria coincidencia
Las miradas se hicieron cada vez
más cercanas más cómplices
más sostenidas
Me ladeaba para no rozarla
para ser sutil y amable
Hasta luego -me dijo ayer
Adiós -a media voz y a destiempo le dije
Y nos volvimos a la vez
para darnos la mejor sonrisa
Hoy sabía que era la mañana
del encuentro de las preguntas
de la cita en un bar
de las mentiras quizá
Ahora está ella bajando por el bulevar
Adelantándose al tiempo
Buscando mi silueta en la lejanía
Oyéndose el timbal enajenado del pecho
Pero hoy he cambiado de trayecto
He tomado una calle paralela a la avenida
Mientras la veo fugaz
rebasarme por una esquina
me imagino
camino del trabajo
que hay ahora alguien
que descorre unas cortinas
que abre un balcón de par en par
y que recogiendo mi ropa sobre la cama
tal vez por un momento
aspire su olor
©Rubén Lapuente
UNA HISTORIA DE NUBES

Esta inquietud mía
Esta ráfaga de pureza
que me tiende sobre ella
desde la glorieta de su frente
a los ocho breves valles de sus pies
Debajo de mí
no sabe lo que busco
Somos sólo una historia de nubes
Sólo una memoria de sábanas
Con los brazos en cruz
le arrebato las manos
entrelazándolas con fuerza
a las mías
Y lentamente
ruedo mi rostro
de un lado al otro del suyo
La hablo se azara:
Cuéntame tu vida como sé la mía
como si fuera la niebla
y yo la orilla del río
Se afloja el ramal que le puso el tiempo
Me abre la ventana
que da a la ensenada de su patio oscuro
y me lleva a las lágrimas tras la puerta
al jirón de aquella promesa
al orgullo que le agranda el olvido
al camino en zigzag que era el bueno
Luego bajamos al barranco
donde guarda su tesoro
y me lo señala
Y escarbo allí hasta dónde
no hay nada ni nadie detrás:
su piedra desnuda intacta
de dónde nace la mirada
el deseo lo insondable
el milagro en flor
la inocencia tierna
Y al salir de su cuerpo
colmado
la veo distinta transparente
desarmada más dulce
inacabable
Ahora somos una historia de nubes
que se reflejan
Una memoria de sábanas eternas
©Rubén Lapuente
CAPITÁN DEL AMOR

¡Que la despierte
para que la duerma la lluvia!
Desvaríos.
Rarezas de mujer.
Culpa de este verano de letargo
de estiaje de arena
que la tiene adormecida
desmadejada
flotando en la tierra.
Pero en esta mañana tórrida
que no he de vadear
la voy a perseguir
la voy a empapar ese sueño
la voy a levantar el espíritu.
He abierto la llave de la ducha.
Y en volandas
raptándola
la he llevado
bajo esa lluvia fría.
Aullaba.
Me insultaba.
Me tiraba coces de potrilla.
Primero se le erizó la piel.
Luego se le abrieron los poros
como sedientas bocas.
La lluvia fue en sus venas
salvajes arroyos de tormenta.
Y cedieron sus brazos…
“No te seques.
Rastrearé tu reguero
de agua.”
Sobre las sábanas mojadas
en el fondo de la casa
la llave aún abierta
ella oía verterse
sobre su cuerpo
la lluvia…
¡Como un aguacero!
©Rubén Lapuente
LA VOZ DEL SUEÑO

La oigo respirar…
Si no durmiera a mi lado
por esa voz del sueño
que no se aviene
a la que yo atesoro
no la reconocería.
Por momentos
alienta suspiros de niña.
En otros inspira
roces de viento
en las zarzas.
Luego imperceptible
su aliento calla
como una leve herida.
Y al no oírla
me ralla el vértigo
de cuando
cuál
antes
será un hueco.
Y la despierto
con la voz
ronca del sueño
fingido.
Desvelada
se vuelve hacía mí…
¡Y no me mueve!
©Rubén Lapuente
DETRÁS DE ELLA

Voy detrás de ella.
De un vaivén olvidado.
La veo como la ven los otros.
Como veía adolescente
su cuerpo por los soportales.
El mismo gesto de acomodarse el pelo.
La misma transparencia que desplaza su silueta.
¿Lo que amo son sus formas?
La sigo para que no se me acabe su cuerpo.
Para volver a dibujarla
sobre el esbozo de ayer.
Ánfora que se cimbrea
cruzando esquinas, gentes, luces …
Se para en un escaparate.
Vive el hallazgo, la sorpresa:
El vestido quizá ya interrogado.
Creo que amo su manera, su aire.
Al girarse ella de pronto
casi no me da tiempo
a darme la media vuelta.
Me estará ahora viendo caminar
delante entre la gente.
Gritará mi nombre.
¿Qué haces aquí? me dirá.
Siento sus ojos a mi espalda.
Los pasos de sus tacones…
Alargo un poco la zancada.
Tenso el cuerpo
esperando su voz…
¿Pero porqué no me llama?
©Rubén Lapuente
LA FIEBRE

Hoy ha caído enferma.
La fiebre.
Ese incendio nuestro
en la sangre
que se apaga a ciegas.
Le he puesto
el viejo mercurio
en la axila
y al leérselo
mientras lo agitaba
se ha dado la media vuelta
como aislándose.
En brazos la he llevado
a la bañera
y por primera vez
me doy cuenta
de que no la desnudo
para el amor.
Me mira creyendo
que no me ofrece nada
y no sabe
que la quiero igual así
abandonada a mí
débil.
Y la abrigo
para el temblor del sueño
entre las sábanas
tibias de nosotros
que ahora la fiebre
desgasta
nos enferma.
©Rubén Lapuente
PROFUNDA PIEL

Me gusta acercarme
abrazarte por detrás
que pierda tu cuello
la pureza
ofrecido a mi boca
que arrastra el sutil
tirante de tu vestido
rendida la cremallera
a la luz de tu espalda
y le ayudo a caer
de las caderas
al vértigo del rubor
en tus pies
me gusta volverte luego
por los hombros
manejada
colgada de mi cuello
entre mis brazos
como el último
tesoro de la tierra
y tenderte después
sobre lo que no se siente
bajo mi cuerpo
tenue entregada
casi soñando
para llegar minucioso
a lo más profundo
a tu piel
creyendo
que todo es perpetuo
©Rubén Lapuente
lo más profundo del hombre es la piel (P.Valéry)
PALABRAS DE AMOR

Le digo que me bese de puntillas
que gateen sus pies hasta mi boca
que si me alcanza,
le voy a dejar abrir
la caja de mis sueños,
le voy a pedir que se venga
a respirar conmigo,
con este medio paréntesis
abierto de vida y muerte
que necesita de un otro medio delante,
luminoso y creciendo.
Que no sólo nos hallaremos
sobre la ardiente piel dorada
del deseo.
Que nos encontraremos también
en los olvidos de la cocina;
en el sabor del errado e igual
cepillo de dientes;
enmarañados de crines
en el vértigo del lavabo;
en el agua gastada de la bañera;
en el duro perfil sorprendido
por un presagio de angustia;
en las huellas raídas de las sábanas;
en el olor quieto de las dos
mitades del armario;
en la noche que cambiemos
de lado en la cama
esperando inquietos soñar
secretos del otro;
en la ira de algún día
que su mano parará en mi boca.
Se lo iba diciendo todo,
mientras subía a mis labios,
y, poquito a poco, ella,
se fue atando a mi cuello…
©Rubén Lapuente
Mariamor

Hoy no se detiene mi corazón en la piel,
va muy por delante mío
con esta blanca y rubia luz trasparente,
con esta naturaleza
que necesita bien poco que la mire
para ser una parte mía.
¡Qué poco he tardado en habitarla!
Hoy no se detiene mi corazón en la piel.
Y con ella voy a mi arboleda,
a echarme con la cabeza sobre su vientre.
Y por primera vez siento el vértigo
del entramado de la vida bajo mi mejilla.
Ese maderaje que cobija
el empuje de memoria tras memoria.
Sazonada vasija de vida y muerte irrepetible.
¿Cuánto tiempo más voy a tardar en habitarla
si todavía me paro en su puerta
con los nudillos en el aire?
¿Porqué no recalar en cada herida
que trae a casa?
¿Porqué no asfixiarme con ella
si nos hemos elegido?
¿Cuánto tiempo más voy a tardar en vivirla?
¿Y si empezara por cambiar las formas?
Y ahora mismo.
Que todo diera un giro inesperado.
Empezar añadiendo
como un guiño suave mío
una hermosa palabra a su nombre:
“Mariamor, ese paisaje interior
pide una mano de belleza,” le digo
Y al mirarme,
mi cabeza ladeada sobre su vientre,
sonriéndola,
le enseño lo más oculto
que guardo.
Lo que no se arropa.
Lo que no muda nunca.
Y empiezo ya a sentir mi vacío.
©Rubén Lapuente
RITUAL DE SUS MANOS

Cuando arrecia el frio de madrugada,
yo con un pie navegando los cielos
y con el otro de vigilia,
comienza el ritual de sus manos.
Dice que el frío le entra
por la yema de los dedos,
que hay algunos huesos
que le parece que duermen
junto al rocío.
¿No será por la maldita costumbre
de no cerrar la ventana
por si nos quedamos sin oxígeno
o es que ese aire frío
es el que quiere colarse de rondón
y robarnos la tibieza
de nuestro lecho?
Bajo la brasa de mi cuerpo
desliza los primeros
cinco carámbanos.
Yo mientras tanto ato
la cola de un tardío cometa
a mi entresueño.
Y poco a poco mi fogón arriba
a cada gélido tuétano.
Es el instinto quien le lleva al bálsamo
de mi sangre caliente.
Y haría mal en taponarle
mi costado sobre la sábana:
No es bueno despertar al sonámbulo.
Cuando me desliza
los otros cinco témpanos,
ya de un salto me apeo
de los mapas del cielo.
Me doy la media vuelta,
le emparejo las palmas de las manos
y como lapas entre las mías,
se las cierro.
Y ahí frente a mí, está ella,
con esa fría y cálida somnolencia
que le deja todavía un pequeño
temblor en un párpado,
que nunca sabré si es un guiño
desde el amor del sueño…
No es bueno despertar al sonámbulo.
©Rubén Lapuente
SU ESPALDA

Hoy se ha dormido del otro lado.
Madrugada de su espalda desnuda.
De cada noche que tuve su cuerpo,
recuerdo uno distinto,
pero no de su espalda,
que detrás suyo oculta
que no la conozco.
Su relieve me lo daba mis manos,
que la leve luz me desnuda ahora.
El atlas que lo tengo
constelado de lunares
que no había visto.
Y los cuento.
Y los apreso.
Espalda sajada por el cauce
de suaves meandros
rubio trigal de mi infancia
con la sombra de la luz,
arriba ya de todas la dunas
abriéndole el envés de la piel.
Y ahora la tengo de luna llena.
Y mía.
Su pizarra rosada
que me escribe los versos
que olvidaré si se despierta.
(¡Quieta…!)
Si se mueve ahora
se romperá la magia.
(¡Quieta…!)
Y me acerco así casi sobre ella,
cerrándole la espalda…
que no se vuelva…
©Rubén Lapuente